Crónicas neozelandesas [8]

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El origen de este viaje fue compartir con Olivia once días en el mar. Pero ¡claro! Ya que se iba a hacer un vuelo tan largo, pensamos que habría que aprovechar el esfuerzo y el jet-lag y ampliarlo otros lugares cercanos. De ahí el invento de Australia que hicimos por nuestra cuenta, sin guías pero con un libro gordísimo de Lonely Planet. Sin embargo, una vez hecho el recorrido inicial pensamos que sería interesante ampliarlo a Nueva Zelanda, ya que aunque nuestro crucero pararía en algunas ciudades de ambas islas de aquel país, por nuestra experiencia de cruceros sabíamos que esas bajadas del barco son cortas y no permiten la real exploración del terreno. Y así fue como contactamos a Grand Pacific Tours.

Todos o casi todos, en algún momento en la vida han hecho un viaje organizado con algún tour operator. Nuestra elección de Grand Pacific se basó en lo sugestivo del itinerario y las evaluaciones en línea. Y todo está resultando tan bien como esperábamos. La única novedad es que los 20 compañeros de viaje son australianos, con un par de excepciones de una pareja de Nuevo Mexico y un granjero de Winnipeg, Manitoba (que habiéndola visitado el año pasado por estas épocas, no me extraña nada que se haya escapado de aquel infierno blanco). El grupo ha ido poco a poco tomando cohesión. Todos excepcionalmente amables, educados, serviciales, puntuales, discretos y serviciales. La única pega es que todo lo anterior lo hacen en “australiano” un endiablado acento que nos ha costado lo nuestro entender. Así que en realidad, irse, lo que se dice irse de Australia, aún no lo hemos hecho. Ya decimos “no worries” en vez de “you welcome” para significar “de nada”. Acabamos cada frase con la apostilla de “darling”, siempre, para todo, para todos. Todas las vocales han cambiado de pronunciación y lo único que puedo pensar, es que los galeses e irlandeses, dejaron aquí su huella empezando por el acento.

Cuando escribo esto ya estamos muy avanzados en el viaje por la isla del norte. Hemos subido en trenes, en barcos de vela, en barcos a vapor alimentados por carbón (es la novedad turística y te dejan bajar a las entrañas del barco para comprobar de primera mano cuánto hemos mejorado nuestras vidas). Hemos subido a montañas en góndolas que se balanceaban por el viento sobre la cúpula de los árboles. Los australianos se han tirado cuesta abajo practicando un deporte que llaman “lusge”. Es una especie de zapatillas de metal en la que te sientas y te dan el primer empujón para que cojas velocidad…y lo demás corre por tu cuenta. Incluso matarte. Nosotras, experimentadas en algo parecido en La Isla De Madeira hace unos años, pasamos de la emoción incontrolable large breast teens.

Pero hay algo mágico en Nueva Zelanda. No es casualidad que vinieran a quí a rodar El Hobbit y todas esas películas maravillosas que han hecho que los niños vuelvan a querer leer o lo hagan por primera vez. Este es el último paraíso. Y lo es por infinidad de cosas que os contaré en la 9.